viernes, 25 de julio de 2014



OPERACIÓN PRINCESA






Todos somos malos, todos escondemos algo, en todos nuestros cuerpos existen fibras malignas que tarde o temprano, y con diferentes niveles de intensidad, saldrán de nosotros y continuarán vertiendo en el mundo esa inmensa, pero ininterrumpida carga de maldad, que nos consume día a día.

¿Tocaremos fondo algún día? ¿En algún momento nos cansaremos de regar sobre nuestros pies tanta crueldad? Tal y como lo expresaba Larsson, en boca de Salander, todos somos culpables pero con diferente grado de responsabilidad. Planteado así no tenemos esperanza, se acabaron los anhelos y las ilusiones, todo esfuerzo caerá en terreno árido y nuestro fin no será otro que la autodestrucción. 

La sensación de impotencia que causa ver como el sistema que nos rige, el mundo en que nos asentamos, o incluso el aire que respiramos está impregnado de tanta barbarie, me conduce a pensar si vale la pena atizar en nuestros corazones la esperanza de un futuro diferente; hasta qué punto valdrá la pena inculcar en nuestros hijos el germen de la bondad.

Soy optimista, me gusta éste mundo, disfruto mucho con la risa de los niños, la exuberancia de los paisajes y la magnificencia de los animales, quizá sea una tarea titánica, por no decir que imposible, dar la vuelta al sistema corrupto que nos rige, quizá ni nosotros, ni las generaciones venideras estarán a la sombra de tanta injusticia, pero ante lo efímero de nuestra presencia, ante lo fugaz de nuestro paso por la tierra, dependerá de nosotros cuidar y hacer feliz a nuestro inmediato entorno, multiplicando por uno.

Poco podremos hacer para erradicar tantos males que nos aquejan como género, tantas injusticias que se multiplican exponencialmente, pero soy consciente de que abandonar la batalla no es una opción, que como pregonaba Luther King, es la indiferencia de la gente buena, más destructora que la maldad de la gente mala. Y a eso, no quiero jugar.

En la novela de Salas, después de haber sufrido leyendo todos los vejámenes expuestos, las injusticias develadas, las deslealtades, las iniquidades y demás, se crea en nosotros la disyuntiva de: abandono toda esperanza en la raza humana y me entrego a la queja y a la crítica de todo cuanto hay a mi alrededor, anarquía total, o, persisto en hacer de mi parcela y sus alrededores un lugar ajustado a lo que creo que es bueno, a mis creencias, albergando la esperanza de cambio que todos sabemos que está muy lejana.

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